sábado, 5 de noviembre de 2011

Way of life (vices and obsessions) por Oly

My mind wanders to the beat of music
While my lips suck the life
That the cigarette burns.

Rainy night.
It’s a black hole.
It attracts me. It drags me.
It caches me.

I’m dancing nonsense on the unmade bed.
Perhaps the last Tequila wasn’t a good idea.
But the night invited me to this shot…
And a hundred more before.

The song comes to an end.
It’s only your sweat soaking my skin.
The day dawns and it doesn’t rain.
More than five hundred nights playing the same song.

One last cigarette takes me,
By the hand,
To the world of dreams and nightmares.

And tomorrow?
Tomorrow will be another night.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Mirando una nube con forma de sueño (I’m still dancin’ under the rain) por Oly

Una noche de lluvia, como la de hoy,
Bailamos – por primera vez – una canción de “The Platters”
Empapándonos con el agua que caía del cielo.

Y,
Calados de locura,
Seguimos empapados hasta el amanecer.

Las mejores cosas siempre pasan cuando llueve,
Y el mundo se limpia.
Entonces
Sólo los soñadores – ¡sabios ellos! –
Levantan la vista al cielo
Y se enamoran de las nubes.

viernes, 7 de octubre de 2011

Reacción (in)esperada por Oly

Echo de menos que me robes el tiempo. Incluso cuando llamabas de madrugada. No recuerdo mejor forma de despertar.
Echo de menos tu música y tus lunares. Echo de menos como me mirabas... y como te miraba yo.
No suelo hacerlo, pero hoy te echo de menos.
[Yo también quería más]

domingo, 10 de julio de 2011

Deseo a una estrella fugaz por Oly

Y, agarrada a la taza del váter
Rezando a un Dios
Que sé que no existe
Para que un día llegues…

Y, como a tantas princesas,
Me rescates de una vida
Que no he pedido…

Pero que sí he escogido.

lunes, 9 de mayo de 2011

"A veces" por Mª José

A veces escribo por inercia, a veces escribo por inercia, a veces escribo por inercia, a veces escribo por inercia, a veces escribo por inercia, a veces escribo por inercia, a veces escribo...y a veces me paro a pensar en lo que me mueve.

miércoles, 27 de abril de 2011

La joven con un nido de arañas en la cabeza por Oly

El autobús venía con retraso.

Pensó en robar un coche, una moto. Incluso el patinete de aquel niño que jugaba distraído mientras su madre compraba unos billetes para ir… quién sabe a dónde.
Soñó con tener alas. Fantaseó con volar, con tener ruedas en vez de pequeños pies calzados con sandalias. Lo que fuera por salir de esa ciudad que tanto le había robado y tan poco le había permitido.
Allí estaba aquella joven, esperando en esta sucia estación por un autobús con aura de libertad. Para ella ni siquiera un viaje de ácido en las venas podría llevarla tan lejos.
Sólo ahora que su rostro se difumina en mi memoria y que sus sandalias huyeron rumbo a otro lugar me pregunto dónde iría.
Playas de arenas blancas; espesos bosques en los que, de repente, se abre paso un claro de cuento de hadas; enormes ciudades – ¡casi países! – de luminosas luces que simulan días eternos y noches de ficción.
Alguna vez he creído ver ondear su pelo entre el humo de esta estación, enjaulado de nuevo en un ir y venir de gentes – con o sin rumbo, tanto da –. Pero la esperanza que encontré en aquel bar, rota, hecha añicos mientras la gente bailaba sobre ella – palpitante y sangrante –, me hacía seguir imaginando sus sandalias sobre suelos distintos a cada paso.

Veinte minutos después el autobús seguía sin llegar.

Esperaba pacientemente, aunque con prisa en la mirada. Su pelo parecía seguir ese impulso de echar a correr. De la mochila sacó una chocolatina, se comió la mitad y guardó el resto. Llevaba todo cuanto necesitaba en su mochila gris. Parecía vacía, y aún así sabía que no necesitaría nada más.
Un par de camisetas, una chaqueta, un pantalón, bragas… Todo eso veía revuelto en su mochila a través de la oscura tela gris. Nadie que huyera necesitaría más, sólo un largo camino por delante haría feliz a aquella joven. Pensó en sí misma andando esa carretera, siguiendo la línea continua del suelo: un pie, luego otro. Miraba sus sandalias con anhelo, esperando que éstas se transformaran en un horizonte sin fin.
Ahora sé que su pelo entre los andenes de esta sucia estación es una alucinación. La carrera que hacían sus mechones por huir del humo y las miradas sólo la vi una vez. Y
resulta extraño lo poco que me pregunté sobre ella en aquel momento y lo mucho que le echo en falta ahora.
Se levantó del suelo, estiró las piernas y su pelo parecía correr más. Encendió un cigarrillo llenando aún más de humo esta sucia estación. Con cada calada parecía que quemaba un “te odio” más, y expulsaba todos los agravios recibidos de este lugar cuando el humo ardiente del cigarrillo resbalaba por sus labios.
Ahora ya no esperaba paciente. Todo su cuerpo tenía la misma prisa que ya habían mostrado sus ojos y su pelo.

Anochecía. El ruido de un motor advertía de la llegada del autobús.

A penas si hubo estacionado en el andén y sólo alcancé a ver sus pequeños pies calzados con sandalias tras las puerta del autobús. No negaba sus ganas de desaparecer, no le importaba que todo el mundo supiera que lo hacía. Su pelo gritaba con furia, movido por el gélido viento nocturno, que se iba. La gente sin rostro detuvo sus idas y venidas – el rumbo nunca importaba – sólo por un segundo para mirar como se esfumaba.
Me fijé en que, sin más, todo estaba lleno de arañas. Y no me pareció extraño que vinieran de la cabeza de la joven. Salían por decenas, cientos de ellas. Sólo eran insectos que querían apoderarse de todo a su paso. No, en aquella cabeza nada tenían ya, porque ya estaba muy lejos.
La echo en falta. Sus ojos con prisa, su pelo veloz, sus pequeñas sandalias. Y más ahora, que soy consciente de mi existencia, de mis limitaciones, de mis cadenas. Ya no veo ni playas, bosques ni enormes ciudades – tan grandes como países – que me ciegan con su luz.
Estoy atrapada en la red que aquellas arañas – u otras quizás, no les he preguntado dónde habían estado antes – tejieron en mi cabeza. Aquel día, más bien noche, tras ver huir a las arañas, tuve el impulso de seguir esas sandalias, esos ojos, ese pelo que suponían tantas promesas, tanto futuro.
Entonces, me di de bruces contra el cristal de mi propia existencia y comprendí, no sin dolor, que estaba atrapada por una mampara que me impedía avanzar.

domingo, 27 de febrero de 2011

Motivo nº4

En esta estancia llena de recortes de periódico, viejas fotografías y sueños rotos he descubierto un nuevo motivo para suicidarse sin morir.
Mientras la gente muere en un revolución "efecto dominó" (como lo fue la Descolonización), los medios de comunicación nos invaden con noticias sobre un tal Muamar Gadafi, dictador, asesino de masas y demás calificativos al que, según la prensa de hoy, se le quiere juzgar por crímenes de guerra.
Ahora que a las grandes potencias mundiales ha dejado de interesarle que este personaje esté en el poder; ahora que multitud de países han decidido luchar por su Libertad mientras que en los lugares más desarrollados del mundo seguimos vendiéndola al mejor postor; ahora que, una vez más, seguimos creyendo lo que nos dicen quienes ostentan el poder sin hacer nada; ahora que sigue muriendo gente... Ahora no hacemos nada, una vez más...
En la cafetería donde gusto de ir a compartir cervezas, donde llevo años dejando la esperanza y las ganas, donde nunca muere la noche, sólo se escuchan palabras como "ley anti-tabaco" o "ley sinde" seguidas de expresiones como "tenemos que hacer algo" o "nos están robando nuestra libertad". Y yo me pregunto, ¿qué Libertad?
Nos quitan el empleo, nos quitan el hogar, nos obligan a convertirnos en emigrantes (una vez más), reducen nuestra educación a la de meros títeres, poco menos que analfabetos.
Y, aún así, mientras la gente de otros países muere luchando por algo que se les ha negado durante más de 40 años, mientras los que ahora hablan de tiranía y opresión y que antes miraban hacia otra parte (¡por conveniencia de color verde!), mientras que la Libertad sea objeto de cambio; nosotros seguiremos obviando nuestra situación y pensando que la guerra y la revolución sólo existen en los libros de Historia y la Libertad en un viejo cuadro romántico.

Así, con las manos mojadas y manchadas de tinta de periódicos desgarrados, me siento en el suelo de una estancia en blanco con los sueños rotos más hechos añicos que antes.

domingo, 23 de enero de 2011

Motivo nº3

Y así fue como ella murió.
Despacio.
Sin dolor.
Sonriendo.
Incluso después de todo... sonriendo.

Y así fue como él siguio viviendo.
Sonriendo.
Ebrio de ella.
Ebrio de recuerdos.
Drogado con fotografías.
Impotente.
Así murió.
Una sobredosis de ella.
De su aroma.
De su vida.

domingo, 2 de enero de 2011

Expiación por Mª José

"El dolor redime",
repito una y otra vez
"El do-lor re-di-me"
golpe a golpe,
gota a gota.