viernes, 21 de mayo de 2010

Personaje de novela por Oly

Y hoy
No tengo ganas de moverme, amor.
Quiero quedarme en la cama.
Que hoy
No soy el Doctor Jekyll,
Soy Mister Hyde.

Hoy
No quiero que el Sol me sonría,
Ni que me alegre la tarde.
Porque hoy
Sólo quiero ser Kira vestida de novia
Corriendo a través de la nieve.

Hoy
Me voy a prohibir soñar
Para que no me sangre el corazón.
Hoy
Me voy a dedicar a cuidar mi Rosa
Encerrada en una urna de cristal.

Hoy
Tampoco existen las lágrimas,
Ni la pena, ni ningún sentimiento.
Porque hoy
Le voy a dar la bienvenida
Al año 1984.

Hoy
Se cerró el telón de mi teatro,
Tras la última escena de mi obra.
Que hoy
Viola enmascarada de hombre
No enamorará a ningún Rey.

Y hoy
No seré un guerrillero valiente.
No liberaré a ningún país.
Hoy
Sólo seré Dulcinea,
El sueño, el espejismo de un loco.

viernes, 7 de mayo de 2010

Rememorando por María José.

Cuando la brisa era tibia
y pasaba el tren humeando
bajaba a la vías a recoger
los restos de carbón
para tiznarme las manos,
negras las palmas,
negras las uñas.

Y se alejaban los vagones
con su pitido penetrante,
interminable y doloroso.
El traqueteo sobre las vías,
las piedras saltan bajo el tren.
Negras las piedras,
negras las vías.

Y ahora, gusto que me llamen María
"María, sube aquí inmediatamente"
Y yo subo, para no volver a bajar y
no tiznarme más las manos,
que ya está bien de tanto carbón,
de tanto jugar a mancharme,
y de "tanto hacer el indio"


(Tenía que escribir algo sobre trenes, no había más remedio...)

jueves, 6 de mayo de 2010

#4 por Oly

Y, en un rincón,
mi alma lamiendo los restos de cocaína
que hay sobre la mesa del pasado.

Un eco lejano por Oly

La joven caminaba por una calle, no especialmente vacía, no especialmente abarrotada.

A pocos metros alguien la seguía. No sabía si era hombre o mujer. Una capucha echada hacia delante tapaba su rostro.

La joven se inquietó, como siempre que recordaba que alguien la seguía. La persona desconocida llevaba meses haciéndolo, y la joven aún no se había atrevido a decirle nada.

"Un día de estos" se decía.

Una tarde, no especialmente triste, no especialmente alegre, la joven estaba sentada en la mesa de un café. Dos puestos más allá estaba esa persona que la seguía.

Se armó de valor y se sentó frente a ella.

- ¿Por qué me sigues?

Silencio.

- Contéstame. Esta situación es realmente insostenible. Vaya donde vaya te encuentro. ¡Ni siquiera sé quién eres!

Silencio.

- Está bien. Sólo quiero que me digas quién eres. Muéstrame tu cara.

Silencio.

- ¡Basta ya! ¡Di algo!

Silencio.

Por unos instantes la joven dudó si irse. Pero, en ese momento, la persona habló:

- ¿No lo entiendes? Estoy asustada. Yo no te sigo. ¿Crees que esto me gusta? Yo sólo quiero volver a mi mundo... Alejarme de ti. ¡Pero eres tú quien no me deja!

La joven no comprendía. La persona levantó su brazo dejando entrever una cadena.

Entonces, la joven comprendió. Esa cadena las unía. Y era ella quien tenía la clave para romperla. La persona anónima era la víctima.

La joven volvió la cabeza hacia la cara de su interlocutor. En ese momento la capucha desaparecía... Y la joven se encontró frente a frente con su pasado.

Missing you por Oly

He mordisqueado más de cincuenta labios después de los tuyos.
Y otros tantos hubo antes.

Pero ninguno que supiera igual...

Ninguno que me haya gustado tanto hasta hacerlo sangrar...

Perspectiva por María José

Después de una hora bajo el sol madrileño, tirada en un banco de la facultad leyendo a Pere Gimferrer, se me ha nublado la mente por falta de cafeína (cualquier cosa legal que acabe en -ína) y han florecido margaritas en mis orejas y cipreses en mi nariz.
A fin de cuentas, que yo, a lo que venía aquí era a escribir lo siguiente:

"Un desnudo puede ser hermoso, atroz o, simplemente eso, un desnudo"

Y ahora, a quien le dé la gana, que le busque tres pies al gato, que yo voy huyendo de un perro.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Desde el cielo de mi boca por María José

Ahora que tu torso me es ajeno, que jamás podré volver a contar tus lunares, ni mirar a las estrellas tendidos en el césped, ni buscar forma a las nubes, ni ver la puesta de sol en el horizonte.
Ahora que ya no es verano, me doy cuenta que, quizá, alguna vez, mereciste que te quisiera, aunque sólo fuera un poco.