Nunca pretendí
llegar tan lejos…
Recuerdo todos
los sueños que he tenido. ¿Dónde estarán ahora? ¿A dónde se los habrán llevado?
Me los imagino
encerrados en preciosas y brillantes esferas de cristal, colocados
ordenadamente – según mi entrega a ellos – en estanterías de madera de fresno.
¡Que bien huele! Y, mis demonios los observan, complacidos, orgullosos porque
me lo han quitado todo.
¿Qué hacer
cuando ya no esperas nada, cuando ya no quieres nada?
Este cuerpo
desobediente mío se empeña en seguir viviendo. No importa cuánto dolor le
inflija ni cuánto lo maltrate… Se empeña en seguir, en aplazar lo inevitable.
Me hace seguir
viviendo en un tormento perpetuo mientras los demonios contemplan, a un lado,
mis sueños robados y, al otro, mi lento vagar por este infierno helado.
Pero mi cuerpo
aguanta…
Tal vez sólo
espera a que llegue ese momento de sublime inspiración donde todas mis
Obsesiones implosionen reduciendo a cenizas todo lo que una vez fui. Tal vez
sólo quiera dar a mi mente el final que se merece.
Si es así…
¡aguanta valiente! Esperemos que ese momento no sea lejano y podamos descansar
en paz – por fin – en el mundo al que de verdad pertenecemos: el de los sueños,
el de lo irreal, el de los recuerdos.
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