Ahora que tu torso me es ajeno, que jamás podré volver a contar tus lunares, ni mirar a las estrellas tendidos en el césped, ni buscar forma a las nubes, ni ver la puesta de sol en el horizonte.
Ahora que ya no es verano, me doy cuenta que, quizá, alguna vez, mereciste que te quisiera, aunque sólo fuera un poco.
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