jueves, 6 de mayo de 2010

Un eco lejano por Oly

La joven caminaba por una calle, no especialmente vacía, no especialmente abarrotada.

A pocos metros alguien la seguía. No sabía si era hombre o mujer. Una capucha echada hacia delante tapaba su rostro.

La joven se inquietó, como siempre que recordaba que alguien la seguía. La persona desconocida llevaba meses haciéndolo, y la joven aún no se había atrevido a decirle nada.

"Un día de estos" se decía.

Una tarde, no especialmente triste, no especialmente alegre, la joven estaba sentada en la mesa de un café. Dos puestos más allá estaba esa persona que la seguía.

Se armó de valor y se sentó frente a ella.

- ¿Por qué me sigues?

Silencio.

- Contéstame. Esta situación es realmente insostenible. Vaya donde vaya te encuentro. ¡Ni siquiera sé quién eres!

Silencio.

- Está bien. Sólo quiero que me digas quién eres. Muéstrame tu cara.

Silencio.

- ¡Basta ya! ¡Di algo!

Silencio.

Por unos instantes la joven dudó si irse. Pero, en ese momento, la persona habló:

- ¿No lo entiendes? Estoy asustada. Yo no te sigo. ¿Crees que esto me gusta? Yo sólo quiero volver a mi mundo... Alejarme de ti. ¡Pero eres tú quien no me deja!

La joven no comprendía. La persona levantó su brazo dejando entrever una cadena.

Entonces, la joven comprendió. Esa cadena las unía. Y era ella quien tenía la clave para romperla. La persona anónima era la víctima.

La joven volvió la cabeza hacia la cara de su interlocutor. En ese momento la capucha desaparecía... Y la joven se encontró frente a frente con su pasado.

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