-¡Jamás! ¿Cómo se le ocurre...?-
-De un día para otro me quedé vacía, sin apoyo de ningún tipo y no me quedó más remedio que obrar de aquélla manera... y ahora, al final de mis actos, se me juzga por dejar de obrar así. En su momento hice lo debido, lo correcto, lo que todos hubieran hecho... y ahora que veo el fin cerca, que ya no me satisface, se me juzga por abandonar mi magnífica obra en la cuneta. ¿Pero acaso por abandonarla dejará de ser magnífica? En un principio era una necesidad, luego una obligación y ahora es un lastre, aunque sea perfecto. Sé de sobra lo que estoy desdeñando, lo he hecho yo, yo lo he modelado con estas manos. ¡Mire! ¡mire mis manos! Aún sucias de tinta y sangre, no son lo peor que verá aquí, porque puede que mi alma esté peor, pero con estas manos forje ese ser y con estas manos lo arrojo. Dígame, ¿las juzgará por lo bueno o por lo malo?
-Aquí la juzgaremos por todo, descuide-
-¿Por todo lo bueno y lo malo, o sólo por lo que han hecho mis manos?-
-Por todo, señorita. ¿No sabe Usted dónde está?-
-A decir verdad, no, pero, por lo que veo, sé que no quiero estar aquí. Envíeme a dónde quiera, pero lejos de donde debo estar, porque volveré a hacer lo correcto y lo volveré a destruir.
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